Cuentos Para meditar
El pequeño zorro de hermosa cola blanca, se echó a descansar en el hueco de un árbol podrido, el aserrín había mullido el piso y la oscuridad ayudaba a poder soportar el denso calor del verano. Una vez acomodado, y antes de dormir, se preguntó - ¿Cuál será ese lugar del que nunca tendré que escapar?-
Una serpiente que se encontraba enroscada al otro lado de la cueva, protegida por la lobreguez del ocaso, sonrió al escuchar la queja del zorrito. Acomodando sus mandíbulas sobre el nido que había formado con su cola, expresó
-Aquí ahora no es necesario escapar, salvo que quieras huir de ti mismo-
-¡De ti he de escapar!- saltó el zorro, mostrando los dientes-.
-No he de comerte… ahora. Yo no soy como tú, yo soy feliz en este hueco y, al entrar en él, mi deseo era descansar en un lugar acogedor. Así es que me dispongo a disfrutar del logro de mis deseos. En cambio tú ocupas este precioso presente, quejándote por tu pasado y tramando qué es lo que harás mañana.-
-Si no permanezco alerta, podría ser atacado…por ti, por los cazadores. Si no pienso en lo que haré mañana ésta me sorprenderá y no sabré reaccionar, debo premeditar mis pasos. ¡Además es verdad que siempre me persiguen!- Admitió penosamente el zorro-.
-No es verdad que siempre te persiguen escuálido amigo, aquí no hay nadie que te acose, si pudieras vivir intensamente este momento notarías que también existe en tu vida la armonía. ¿De qué te sirve pensar qué hacer mañana? Tal vez llueva toda la semana, tal vez mueras esta noche, tal vez el intenso verano ahuyente a tus cazadores y así, hay millones de” tal vez”. No creas en tus miedos, no son intuiciones.-
El zorro admitió que la serpiente tenía mucha razón, Le dio la espalda y volvió a echarse.
-Dime que no me comerás y disfrutaré más este momento presente-
-Tranquilo nadie muere sin querer.-
-Entonces. ¿Cómo hago?-
La serpiente pasó su bífida lengua por los ojos entornados y exclamó:
-¡Solo concéntrate en este momento! Debes procurar estar presente en este divino momento. No solo sientas el fresco de esta madriguera debes ser el fresco. No solo sientas tu cuerpo esponjado por el aserrín debes ser la morbidez. Tal vez reemplaces con buenos recuerdos tu pasado.
¡Ahora Ustedes mis palomas! concéntrense en este divino segundo.